EL DIOS QUE YO CONOZCO

2.07. ¿Hoy estarás conmigo en el paraíso?

Ahora bien, yo no sugeriría ni por un momento que los que creen en la inmortalidad innata están asociados a sabiendas a un plan diabólico. Hay millones de hombres y mujeres honestos y sinceros que sostienen esa creencia y que nunca han sospechado su origen. De hecho, esa creencia se ha infiltrado de tal manera en la iglesia que está asociada con algunos de nuestros recuerdos más queridos. Apenas pasa al descanso un ser amado nuestro sin que ella aparezca. Algunos de nuestros conceptos más hermosos han venido de ella.

Nunca pasa una mañana de Pascua sin que se reviva ávidamente la experiencia del ladrón en la cruz y la seguridad de Jesús de que estaría con él en el paraíso ese mismo día. Ellos la leen así: "Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23: 42, 43).

Sin embargo, poco se imaginan, tanto el predicador como la congragación, que aquí hay un ejemplo de cómo el pensar popular haya influído aun en la puntuación de las Escrituras. Pues la palabra "que" no figura en el original.

και ελεγεν ιησου μνησθητι μου οταν ελθης εις την βασιλειαν σου
kai elegen iêsou mnêsthêti mou hotan elthês eis tên basileian sou
y decía a Jesús acuérdate de mí cuando vengas en [por] el reino tuyo

και ειπεν αυτω αμην σοι λεγω σημερον μετ εμου εση εν τω παραδεισω
kai eipen autô amên soi legô sêmeron met' emou esê en tô paradeisô
y dijo a él verdaderamente te digo hoy conmigo estarás en el paraíso

Entonces el versículo podría traducirse perfectamente bien de esta otra manera: "De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso".

Nunca permitas que te confunda una falsa interpretación, por sinceros que sean los hombres muchos siglos después que Lucas escribiera su Evangelio. Porque ¿cómo podría Cristo o el ladrón haber ido al paraíso ese mismo día?

La narración de las Escrituras, cuando se examina cuidadosamente, resulta muy reveladora:

El ladrón, sin duda no murió ese día. No esperaba morir ese día. No esperaba que Jesús muriera ese día. El sabía que la muerte por crucifixión era un proceso largo y lento, que a menudo demoraba vários días. Recordarás la sorpresa de Pilato, en la última parte de la tarde, cuando supo que Jesús ya estaba muerto.

Y la muerte para el Hijo de Dios debía ser similar a la que le ocurre al ser humano: un sueño silencioso. El había de ser resucitado, no de tres días que pasara en el paraíso, sino de tres días pasados en la tumba.

El le dijo a María, cuando se le manifestó el domingo por la mañana: "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre" (Juan 20: 17).

¿Ves el problema? ¿Cómo podía el ladrón estar con Cristo en el paraíso el viernes, como se cree comúnmente, si Cristo mismo, la mañana del domingo, declaró positivamente que no había subido a su Padre?

No, el ladrón sabía cuándo había de ocurrir. El miró mucho más allá de aquella hora oscura cuando dijo: "Acuérdate de mí cuándo vengas en (por) tu reino". El miró al tiempo en que Aquel que tenía el derecho de reinar recibiera el reino de su Padre. Y Jesús, regozijado con aquella fe, respondió: A ti te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso".

Me pregunto si nos damos cuenta de la fe que le requirió al ladrón que moría elevar aquella oración. Pues si alguna vez parecía que Aquel que se denominaba a sí mismo el Hijo de Dios no tenía reino, era en esa hora.

Y me pregunto si comprendemos la fe que necesitó el Hijo de Dios para responderle como lo hizo. Nota el vital significado de la palabra "hoy". Hoy, cuando aun mis propios discípulos me han abandonado. Hoy, cuando mi propio pueblo me ha crucificado. Hoy, cuando parece que ya nunca tendré un reino. Hoy, cuando parece que yo nunca seré nadie. Te digo a ti, hoy, estarás conmigo en el paraíso.