EL DIOS QUE YO CONOZCO

1.12. "Nuestro amigo Lázaro duerme"

No cruzamos el río místico uno por uno. Vamos juntos, cuando regrese Jesús:

"Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor" (1 Tesalonicenses 4: 16-17).

Esta es la promesa. Pero está todavía en el futuro.

Y Jesús hasta llamó a la muerte un sueño. Él declaró: "Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle" (Juan 11: 11).

Sus discípulos no lo entendieron completamente. Ellos sabían que Lázaro estaba enfermo, y sugirieron que si estaba enfermo sería mejor que durmiera:

"Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto" (Juan 11: 12-14).

¿Recuerdas la historia? Las hermanas de Lázaro pensaron que Jesús había llegado demasiado tarde. Sin embargo, al llegar frente a la tumba clamó a gran voz: "¡Lázaro, ven fuera!" y Lázaro salió. Alguien ha sugerido que estuvo bien que Jesús especificó que él le hablaba solamente a Lázaro. ¡De otra manera, toda tumba que se hallaba en la tierra se hubiera abierto! Lázaro salió de la tumba.

¿Tenía Lázaro una historia que contar de esos cuatro días más allá de las puertas de la muerte? ¿Lo llamó Jesús de los gozos de una vida mejor para que reasumiera su existencia en este oscuro planeta? No. Jesús sencillamente lo llamó de un sueño: un sueño que puede ser interrumpido solamente por el llamado del Dador de la vida.

En más de cincuenta oportunidades la Biblia habla de la muerte como un sueño. Piensa en esto. ¿Hay algo más admirable que un sueño pacífico, sin ensueños? Todas las fatigas, las preocupaciones y cuidados están en el olvido: no hay dolor, no hay lágrimas que humedezcan los ojos. Cuando estamos dormidos, no tenemos conciencia alguna del transcurso del tiempo.

Así ocurre con el cristiano que muere; en un instante cierra los ojos en el sueño de la muerte, y a él le parece que en el instante próximo despierta en la resurrección para disfrutar los gozos de la eternidad. A él le parecerá como si hubiera tomado una corta siesta, aunque hubiera estado en la tumba por muchos años. La manera en que Dios hace las cosas es mejor, después de todo.

Pues ¿no es cierto que esto elimina el aguijón de la muerte?
Piensa en ello. El cristiano puede cerrar sus ojos en el sueño por cien años tal vez; sin embargo a él le parecerá que en el instante siguiente abre los ojos para ver a Jesús. Al cerrar sus ojos en el sueño está sólo a pocos instantes de ver el rostro de Jesús. ¿Hay algún aguijón en esto?

"¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15: 55).